Mucho se habla de la calidad educativa y su repercusión en la sociedad.
Pero qué sucede en la
universidad. Interpretación de textos, resolución
de problemas y algo más.
La educación está en cuestión. Desde muchos sectores, se le reclama
al sistema educativo cambios que mejoren tanto la calidad de la
educación como la cantidad de conocimientos. Y es que no escapa a nadie
que la mayoría de los jóvenes están casi atrapados en un efecto dominó
que, de acuerdo a varios investigadores y analistas, comienza en la
familia con la falta de estímulos y acompañamiento de parte de los
padres, para continuar luego en la primaria y concluir en la secundaria.
De esta manera, cuando un joven
termina sus estudios secundarios, hay conocimientos y capacidades que no
ha adquirido, pese a haber realizado un recorrido de trece o más años
en las aulas. Y no importa la escala o el método que se utilice para
evaluar lo que un egresado de la secundaria puede hacer o conoce, porque
hay que ser muy ciego o pretendidamente ciego para desconocer esta
realidad.
Más allá de las evaluaciones de
calidad, locales o foráneas, hay dos espacios en los que los resultados
de una educación deficiente se hacen más visibles: el mundo del trabajo y
la universidad.
Respecto del segundo de estos ámbitos, el de los estudios universitarios, MDZ Online
salió a la buscar opinión de quienes están próximos a los alumnos que
desean formarse académicamente en una disciplina, y para ello entrevistó
a Florencia Tarabelli, secretaria académica de la recientemente creada
Facultad de Ciencias Exactas y Naturales; a Claudia García, secretaria
académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales; Gustavo
Zonana, secretario académico de la Facultad de Filosofía y Letras, y
Claudia Paparini, secretaria académica por el Rectorado, todos de la
Universidad Nacional de Cuyo.
Una cuestión actitudinal
Si a cualquier persona se le
preguntara cuál cree que es el problema más importante de los alumnos
que ingresan a carreras universitarias, lo más probable es que apuntaría
a orientar su respuesta a la resolución de problemas, a la cantidad de
contenidos, a la calidad de estos o a la interpretación de textos.
Todos esos aspectos también fueron
citados por los entrevistados, y si bien coincidieron en que hay
déficits en estos, lo que resaltaron con más énfasis fue otro, que tiene
que ver con la educación, seguro, pero no necesaria y exclusivamente
con la escolarizada.
Esa carencia a la que apuntaron todos
los secretarios académicos es, como lo definió Claudia García, la
“vocación de estudiante universitario”. Y es que una gran parte de los
alumnos que ingresan a la universidad no saben cómo organizar su tiempo
y, especialmente, darles prioridades a las responsabilidades que
implican una carrera.
Florencia Tarabelli explicó que estos
jóvenes tienen dificultades al pasar de un sistema como el de la
escuela secundaria, en el que tienen horarios fijos y material de
estudio acotado, entre otros, a uno en el que cada estudiante debe
organizarse de acuerdo a prioridades que él mismo debe establecer.
De acuerdo a datos aportados por
Gustavo Zonana a partir de una encuesta en la que la mayoría de los
entrevistados es personal docente de la Facultad de Filosofía y Letras,
en general se señala la cuestión actitudinal como una gran dificultad de
los jóvenes que acceden a las carreras de esa casa de estudios. “Los
chicos que ingresan no se ponen en situación de lo que significa
estudiar en la universidad”, dice Zonana, refiriéndose a la
administración de los tiempos, el hecho de asumir responsabilidades y,
especialmente, a la autogestión,
En este sentido, Claudia García
indicó que se trabaja con los alumnos para que aprendan a formar grupos
de estudio y para desarrollar técnicas de estudio, intentando que esta
transición de la secundaria al nivel superior no los sorprenda
desprevenidos a la hora de hacerse cargo de sus propios horarios y hasta
de la bibliografía que tienen que consultar.
A esto se suma otro problema sobre el
que se explayó García. “Muchos de los que ingresan, incluso de los que
rinden bien ingreso, deben hasta cinco o siete materias”, reveló la
secretaria académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales,
quien agregó que hasta el 31 de agosto de cada año se espera a los
alumnos para que rindan las materias de la secundaria, pero en muchos
casos se quedan a mitad de camino, no pudiendo completar el secundario
ni continuar el cursado en la universidad, con lo que pierden el año de
cursado.
“Llama la atención la cantidad de
materias que adeudan”, se admira García, que a través de programas de la
facultad en particular o de la universidad en general se acompaña a los
jóvenes en el ingreso y la permanencia en las carreras, especialmente
en el primer año, tiempo que puede ser crítico para la continuidad de
los estudios, tanto que no se considera a un alumno ingresado hasta que
está en segundo año.
Comprensión de textos
“Quien no comprende lo que lee va a
tener severas dificultades en cualquier carrera”, aseguró Florencia
Tabarelli, en una sentencia que, por conocida, no pierde vigencia en las
circunstancias actuales.
En cada una de las unidades
académicas de la Universidad Nacional de Cuyo, como en las de cualquier
universidad, el perfil del alumno es particular. No son los mismos los
intereses (y, por lo tanto, las actitudes y hasta los conocimientos) de
alguien que estudia Medicina que los de alguien que estudia Filosofía, y
mucho menos de quien estudia Química. Sin embargo, todos los
consultados coinciden en que hay muchas dificultades en la comprensión
de textos y en la resolución de problemas, aspectos que se emparentan
directamente.
García explicó que, para resolver
esto, desde el ingreso los alumnos trabajan en comprensión lectora,
“pero no en abstracto, sino con textos que tienen que ver con las
carreras”, aclaró, e indicó que las dificultades en este sentido se ven
con menor frecuencia en los jóvenes que arriban desde los colegios
dependientes de la universidad.
“Matemática es el gran tema sobre el
cual trabajar”, destacó, en tanto, Tarabelli, y es que, como ella misma
explicó a continuación, “una vez que los chicos logran contenidos más
firmes de matemática, avanzan mejor en química y física”, lo que es
fundamental para la facultad que ella representa.
Por eso, así como en Ciencias
Políticas y Sociales se refuerza la comprensión de textos, en el ingreso
a Ciencias Exactas y Naturales se trabaja particularmente con dos
módulos, uno de matemática y otro de ciencias naturales. Y, de acuerdo a
lo manifestado por la secretaria académica, a los alumnos les va mejor
en el segundo.
Por último, Zonana pone la mirada
también en otro punto, el de la producción de textos académicos, que
tiene sus propias exigencias y sus características, por lo que
representa otra dificultad para los alumnos universitarios.
Hay, a juicio de los consultados,
otros puntos que dificultan el cursado y la permanencia de los alumnos
en la universidad, pero que lo hacen en menor medida y a veces de manera
muy puntual.
La necesidad de trabajar mientras se
cursa la carrera universitaria (a lo que se suman los horarios de
cursado) es uno de ellos, a lo que se suma en algunos casos el hecho de
que no todas las herramientas de estudio estén adaptadas, por ejemplo,
para los no vidente. Sobre esto, cada una de las unidades académicas
también está trabajando.
Nativos digitales
Pero no todas son malas para los
jóvenes que cursan una carrera universitaria. Claudia García hizo
hincapié en que, “a su favor, los estudiantes que ingresan, sobre todo
quienes acaban de salir del secundario, son nativos digitales, entonces
tienen una relación interesante con la tecnología, y hasta llegan con
las netbooks de los colegios. En este sentido, no tienen problemas y lo
manejan bien, pero hay que adaptar los materiales a esta herramienta”.
Zonana también se detuvo en el aporte
que la tecnología hace e indicó que los chicos son expertos en el
manejo de la herramienta, pero agregó que hay que orientarlos en el uso
del los contenidos académicos disponibles en internet, porque los
jóvenes “no están formados para aprovecharlos”.
El secretario académico de Filosofía y
Letras reseño que, además de la facilitación de la inscripción, que
puede hacerse online en su totalidad, desde esa facultad instauraron la
posibilidad de realizar módulos de ingreso en aulas virtuales, con muy
buenos resultados, especialmente porque esto permite un mejor
seguimiento del alumno, en definitiva, una educación más personalizada.
La inclusión, si no es con calidad, no es inclusión
Claudia Paparini, titular de la
Secretaría Académica del Rectorado de la Universidad Nacional de Cuyo,
explicó que están realizando una encuesta entre los graduados para
conocer los obstáculos en el desarrollo de una carrera universitaria,
para de esta manera también reforzar las estrategias que contribuyan a
mejorar las trayectorias de los alumnos más allá del primer año.
Más adelante, poniendo el foco en la
escasez de “hábitos de estudio y dificultades para organizar sus propias
agendas para estudiar”, además de una falta de contenidos y de
competencias básicas al ingresar a la universidad, se hizo cargo de la
situación al sostener: “En realidad, tenemos que hacernos cargo de este
problema. Decir que los chicos entran con problemas para estudiar sería
como inmovilizarnos, y la verdad es que nosotros aspiramos a una
universidad inclusiva, y si queremos efectivamente incluir, tenemos que
hacernos cargo, entonces, antes que atribuirles siempre la
responsabilidad a los estudiantes, tenemos que revisar también qué
tenemos que cambiar nosotros como institución y colaborar con estos
alumnos que quieren aprender y que quizá no han tenido la posibilidad”.
“Tenemos claro que la inclusión a
cualquier costo es una inclusión que excluye. La inclusión, si no es con
calidad, no es inclusión”, sostuvo Paparini, y amplió: “Lo que buscamos
es hacernos cargo de este problema, porque el nivel medio dice que el
problema está en el primario, el primario dice que está en la familia,
entonces es un círculo de culpas, y nosotros creemos que hay otros
factores que no son exclusivamente los del sistema. Hay un cambio
cultural, hay una forma distinta de comunicarse, y la universidad tiene
que estar a la vanguardia en la investigación de estos temas. Como
universidad, tenemos como principio de gestión institucional la
inclusión, ahora, esa inclusión sabemos que tiene que tener un
acompañamiento, porque, si no, es expulsora y deja marcas muy fuertes en
las vidas de las personas que no pueden concluir sus estudios. En este
sentido, tenemos desde hace tres años el Programa Traces [Trayectorias
Académicas Estudiantiles], y cada facultad, de acuerdo con la
particularidad de sus ingresantes, va actuando en el acompañamiento. Y
ha dado buen resultado. Pero cuando el alumno va a ingresar, tenemos el
establecimiento de condiciones de admisibilidad, que son comunicadas en
mayo o junio, son públicas, así los chicos saben cuáles son los
contenidos que se les van a pedir. Además, hay otras estrategias, como
que tenemos casi cerrado un proyecto con la DGE, que consiste en la
generación de materiales educativos destinados a lo alumnos para que
ellos mismos los vayan administrando, y van a contener los saberes y las
competencias que nosotros pretendemos que tengan al ingresar. Este es
un problema que no sólo tiene la universidad, sino también todo el nivel
superior, por eso, lo que hay que volver a poner en el tapete es que el
conocimiento y las habilidades que son necesarias para seguir
estudiando. Lo que queremos es un cambio cultural a nivel social.
- Sobre esto, ¿cuál es el compromiso de los alumnos respecto del conocimiento?
- Esto está atravesado por múltiples
dimensiones, como las redes sociales, la nueva manera de aprender.
Quizás los chicos lo que no tienen son los conocimientos que la
universidad está queriendo, pero la verdad es que, puestos a trabajar en
otra cosa, demuestran un montón de conocimientos y competencias. Yo
tengo una mirada muy positiva de los alumnos universitarios, porque
muchas veces, pidiéndoles lo que yo creo que deben tener o yendo por el
camino que yo les marco, quizá les cuesta, pero cuando se los deja
elaborar más libremente y buscar sus mecanismos de comunicación, uno
queda sorprendido. Alumnos de segundo o tercer año son capaces de armar
una película para expresar el conocimiento, y esto es una competencia
que nosotros no teníamos. Aquel alumno que quiere aprender y al que le
hemos dados la posibilidades, aprende lo que tiene que aprender. También
hay que respetar que él tiene un modo de aprender distinto. Pero,
además, en el mundo social el conocimiento no es valorado, y si los
adultos no lo valoramos, difícilmente el joven lo valore.
- Pero también es cierto que muchos tienen dificultades para resolver problemas porque no comprenden los textos.
- El problema de la comprensión
lectora es serio, pero es un problema que también tenemos los adultos.
Nosotros, en las condiciones de admisibilidad de todas las facultades,
tenemos un módulo de comprensión lectora, pero la verdad es que en el
ingreso hay dos perspectivas para verlo, o bien quién sabe y quién no
sabe, o bien yo doy una oportunidad a aquellos que quieran aprender.
Obviamente que aprender a leer es muy difícil si no han tenido
experiencias ricas en la secundaria, pero la universidad tiene que
hacerse cargo y enseñar aquello que el alumno no aprendió. Ahora, el
esfuerzo por aprender lo tiene que hacer el alumno, las horas de cola en
el silla las tiene que poner él, nosotros lo que tenemos que brindar
son posibilidades. Si pretendemos ser una universidad inclusiva, esto no
lo podemos hacer bajando el nivel de conocimiento. Porque, si no, a lo
largo lo excluimos.
- En definitiva, dónde está el
equilibrio entre las capacidades de los chicos y las necesidades de la
carrera y, después, las de la profesión. Porque los alumnos pueden hacer
una exposición a través de un video, como decías antes, pero a la hora
de operar a una persona un video no sirve.
- Obvio que no, pero ese ya es un
problema de la carrera. Lo que quería decir es que los profesores
universitarios estamos acostumbrado a un modo que es como nosotros
aprendimos, pero no es el único modo. A los chicos los escuchamos, nos
acercamos, pero sin dejar de pensar en el conocimiento específico. La
universidad tiene que hacer que la sociedad valore el conocimiento, y
sólo es pidiéndoles a los alumnos esos conocimiento como lo vamos a
lograr, no bajando los brazos respecto de la calidad del conocimiento.
Fuente: http://www.mdzol.com
Por Alejandro Frias