Kelly Simpson era
una cyberbully. En la secundaria y preparatoria fue una de las primeras
en utilizar el Messenger de AOL, junto con otros programas de chat, para
fastidiar y molestar a sus amigos y compañeros de clase.
Durante mucho tiempo, lo hizo sin preocuparse.
“
Era algo omnipresente en mi escuela”, recuerda Simpson, quien
ahora tiene 27 años. “No pensábamos en eso como un gran problema”. Era
solo la clásica “chica mala”, dice.
Entre sus formas de diversión estaba enviar enlaces al (ahora
inexistente) sitio web crush007.com, donde se hacían cuestionarios, y
luego enviaba las respuestas a las personas mencionadas en la encuesta.
Debido a que las preguntas eran sobre amores secretos y hábitos
sexuales, los resultados a menudo eran bastante vergonzosos. Por
ejemplo, uno de los blancos de Simpson reveló ser bisexual, una noticia
que rápidamente se transmitió en su vieja escuela.
Todo era diversión hasta que alguien hackeó su cuenta y reveló sus
propios secretos: triángulos amorosos y sentimientos escondidos; todo el
“drama de chicas de la preparatoria”, dice Simpson.
De repente estaba excluida y sola. “
Perdí a todos mis amigos, y como mis amigos eran casi mi identidad, estaba en una mala situación”, dice. “
No me quedó nada”.
¿Justicia o venganza?
Debido a la naturaleza tipo Viejo Oeste de la web, con provocadores
anónimos en las redes sociales y una mezcolanza de leyes que gobiernan
los discursos en línea, algunas personas creen que las autoridades no
hacen lo suficiente para acabar con los bullies.
Anonymous, el colectivo de hackers, ha estado particularmente activo en
algunos casos de violación relacionados con el
cyberbullying, incluidos
el de la canadiense
Amanda Todd,
quien se suicidó en 2012 después de que una fotografía de ella en
topless llevara a que la molestaran y abusaran de ella en la escuela, y
el caso de la estadounidense Daisy Coleman, quien dice que fue violada
por un jugador local de futbol americano.
Pero otros ciudadanos también se han involucrado.