Que con Facebook
murió la privacidad se sabía. Porque aunque no nos guste el discurso de
la publicidad, ya se volvió parte de nosotros. Queremos mostrarnos.
Publicamos desde las vacaciones en el Caribe hasta el primer movimiento
del cero kilómetro. Somos más sociales que nunca. Y damos a conocer un
recorte que nos beneficia. También espiamos. Pero si brota la envidia al
mirar los posteos ajenos, nos podemos frustrar. Un estudio que llevó
adelante una universidad de Estados Unidos llegó a esa conclusión: el
uso exagerado de las redes
sociales lleva a algunas personas a la
depresión.