A
estas alturas, cuando solo una pequeña porción de la humanidad aun no ha visto
a la señorita Lawrence posar en una incomoda intimidad, merece la pena analizar
lo ocurrido sin las prisas que demandan los titulares en llamas o el siempre
juego del hambre por las visitas.
Una mañana te despiertas en tu
mansión de Hollywood y después de la ducha matinal para desperezarte, te vistes
con tu albornoz más suave y delicado y te pones a leer el guión que te envió
ayer tu representante. Cuando vas por el segundo párrafo y la cosa se ponía interesante
suena tu teléfono móvil, el mismo que vas a destrozar contra la pared en breves
momentos.
"¡¿Cómo?!....¡¿Qué?!....Me…en…la…"
El resto de la historia (completamente inventada) se deja a la imaginación.
Cambiemos de personaje.
Días antes de que una docena de
iPhones encontraran su fatal destino presas de la rabia y la...
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