Hace pocos días Grooveshark, uno de los servicios de música en streaming que cambiaron las reglas de juego de la música en Internet, anunció el cierre de sus puertas.

El sitio era accedido a diario por millones de personas que, al igual con lo sucedido con Megaupload, perdieron sus archivos, información y sus playlists por el capricho de corporaciones que no aceptan que las reglas de juego de su industria han cambiado y patalean, demandan y encarcelan a la gente por seguir a sus artistas favoritas.

El portal publicó el pasado viernes un comunicado en el que anuncian la tristísima decisión de apagar el servicio. Entre los motivos dicen haber cometido serios errores “fallamos en asegurar las licencias de las tenedoras de derechos de una gran parte de la música en el servicio. Eso estuvo mal. Nos disculpamos. Sin reservas” sostienen.

“Al momento de iniciar, algunos servicios proveían la experiencia que queríamos ofrecer y que pensamos que vos deseabas. Afortunadamente ese no es más el caso. Ahora hay cientos de servicios pagables, amigables para las fans, entre los que podés elegir, incluyendo Spotify, Deezer, Google Play, Beats music, Rhapsody y Rdio, entre muchos otros” avanzan en el obituario.

Grooveshark es un caso paradigmático al igual que YouTube respecto de qué alternativas pueden tener las discográficas a la hora de adaptarse a lo que sucedió en el siglo pasado. La industria discográfica basaba sus estrategias en prohibiciones: compartir, prestar, vender, escuchar, reproducir total o parcialmente. Estas prohibiciones, que buscan que unas pocas se llenen de dinero y controlen el mercado -un espacio de ridícula existencia- con el objetivo de obtener ganancias desmedidas y esclavizantes. Estas ganancias provienen del bolsillo de las fans y del trabajo de las artistas. La industria discográfica en la actualidad es mayormente usuraria y leonina, y se basa no ya en el financiamiento de discos y de la producción de una artista sino en el financiamiento de grandes campañas publicitarias.

En la repugnante búsqueda de plusvalizar el arte hasta puntos inimaginables estas castradoras de la sociedad han creado circuitos de artistas de triunfo efímeros y adictos a su dinero. No existen en la actualidad alternativas y está muy claro hacia dónde se dirige cada una. Mientras se cierra Grooveshark, donde podía encontrarse material de una enorme cantidad de artistas del globo que no son parte del mainstream, Justin Bieber, que saltó a la fama interpretando canciones de otras artistas sin pagar derechos de autora no sólo no está presa sino que además cuenta con el apoyo de la industria que se dedica a asfixiar a cualquiera que toque sus bolsillos. Artistas como Bieber son fieles al esquema prohibitivo, privativo, egoísta y explotador de las discográficas, mientras que emprendimientos como Grooveshark reportan ganancias para las autoras y para las fans.

Internet, el mp3 y el bajo costo con el que se puede producir y comercializar un disco, aparejado a la histórica cultura de compartir que hemos tenido las humanas desde los inicios de la historia, corrieron de su lugar de dictadoras a las empresas parásitas de las artistas. En la actualidad las discográficas condicionan a la artistas a dar un 99% de las ganancias que se obtengan de su trabajo y están golpeando fuertemente para comenzar a ceñir su manto malvado sobre los conciertos, un lugar donde hasta hace poco estas parásitas no tenían acceso y del que las artistas obtienen actualmente una importante parte de sus ingresos.

Con Grooveshark, YouTube o Netflix se sentaron nuevas formas de producción y comercialización de las producciones culturales. Pero la industria anciana, centenaria, esclavista y en el mejor de los casos parásita, sigue ocupando su tiempo en encarcelar a quienes compartimos cultura. Algo que sin lugar a dudas debe dejar de suceder.

Desde Tribuna Hacker, te invitamos a que bajes cuanto material encuentres de todas las discográficas que puedas y lo subas en cuando servicio de almacenamiento online encuentres.

Es necesario terminar de asesinar a estas monstruos que aunque moribundos, cuentan todavía con fuerza para seguir asesinando a todas aquellas que osen colaborar con un mundo mejor.

Hoy, más que nunca, necesitamos uno, dos, muchos Grooveshark para ayudar a nuestras artistas a quitarse de encima a estas chupasangres que no sólo las lastiman, además encarcelan a quienes compartimos arte.

Autor

Pablo Lozano