Hoy hablemos de Albert Eistein. Cuando hablamos de genios, generalmente, pensamos en personas desconectadas. Locos rebuscados.
Gente que está ahí metida en su laboratorio y sola con su soledad más
extremas. Rara vez, creemos que esos mismos genios, tienen familia, amor
conyugal o, incluso, alguna relación como padres con sus hijos. Igual,
estuvo enfrentado con Hans Albert, su hijo mayor, desde
que su madre, Mileva, murió. Y después su hijo lo culpó de la ruptura
de su familia y él, a su vez, se opuso al matrimonio de Hans con Frieda
Knecht. Como en toda familia, Albert también tenía quilombos.
Parece que Eistein era tremendo. Tuvo una multitud de amantes, todas consentidas por su última mujer. Después de su divorcio con Mileva Marić, el genio se casó con su prima Elsa Lowenthal. Y se le atribuyeron -al menos- seis romances extramatrimoniales mientras estuvo casado con ella. Bueno. “Vivimos en el mundo cuando amamos. Sólo una vida vivida para los demás merece la pena ser vivida”, dijo alguna vez y se lo tomó a pecho. Los genios también aman y se ve que, como Albert, aman bastante.
Cuando tenía 38 años, en 1915, Einstein vivía en Berlín, mientras su esposa Mileva y sus dos hijos,
Hans Albert Einstein (de once años) y Eduard “Tete” Einstein (de ocho)
vivían en Viena. El 4 de noviembre de ese año, mientras completaba las
dos primeras páginas de la Teoría de la Relatividad, su obra maestra, Einstein envió esta carta a su hijito:
“Querido Albert:
Ayer recibí tu querida carta y me sentí muy feliz. Tenía
miedo de que no me volvieras escribir nunca. Me dijiste cuando estuve en
Zurich, que era incómodo para ti que yo fuera a Zurich. Por eso pensé
que era mejor vernos en otro lugar, donde nadie interfiriera con nuestra
comidad. En cualquier caso deseo que cada año pasemos un mes entero juntos, y así veas que tienes un padre al que le interesas y que te quiere mucho. También puedes aprender muchas cosas buenas y hermosas de mí, algo que otras personas no pueden ofrecerte con facilidad.
Lo que he logrado a través de un trabajo arduo no debería ser para extraños sino para mis pequeños. Estos días he completado uno de los más bellos trabajos de mi vida (recuerden que el tipo hablaba de la teoría de la relatividad), cuando estés más grande, te contaré sobre él.
Me siento muy bien de que estés disfrutando el piano. Eso y
la carpintería, son en mi opinión para tu edad las mejores actividades,
creo que incluso son mejores que la escuela. Porque esas son cosas que
van de acuerdo con alguien de tu edad. En el piano, debes tocar
principalmente lo que te agrada, aunque el profesor no te lo asigne. De
esa manera es como aprendes más, cuando haces algo que disfrutas tanto
que no te das cuenta de que pasa el tiempo. Yo, a veces estoy tan
inmerso en mi trabajo que me olvido de comer…
Dale un beso a Tete de parte de tu papá.
Saludos a tu mamá”.
De esa forma, Eistein le decía a su hijo algo que todos deberíamos saber hoy. Que la pasión por el trabajo hace que trabajes más y mejor.
Que sólo una vida con pasión merece ser vivida y que cuando estás en tu
lugar en el mundo, nada pero nada, significa un real esfuerzo. Todo
fluye como cuando fluye un río. Por eso, quizás, hoy deberíamos pensar nuevamente en la capacidad que tenemos todos los seres humanos de elegir.
De optar por todas esas miles y millones de posibilidades que nos da la
vida (están todas ahí aunque no las veas) y de decidir qué hacer
verdaderamente con ella.