Los servicios de inteligencia estadounidenses lanzaron 231
ciberataques en 2011, principalmente contra Irán, Rusia, China y Corea
del Norte, afirma el Washington Post, en base a
documentos filtrados por el excontratista Edward Snowden.
"Estas
revelaciones (...) brindan nuevas pruebas de que los 'ciberguerreros',
cada vez más numerosos en la administración (del presidente Barack)
Obama infiltran las redes informáticas del extranjero y perturban su
funcionamiento", destaca el Post, que se basa en el presupuesto secreto
de los servicios de inteligencia estadounidenses entregados por el
informático que trabajaba para la Agencia de seguridad nacional (NSA).
Además
de los ciberataques, los especialistas "se introducen en redes
extranjeras para ponerlas bajo un discreto control estadounidense",
continúa el cotidiano, aludiendo al proyecto denominado GENIE, que con
un presupuesto de 652 millones de dólares fueron implantados programas
espías en decenas de miles de máquinas.
"Hacia fin de año,
GENIE debería controlar al menos 85.000 programas implantados en
máquinas escogidas estratégicamente alrededor del mundo", contra unas 21.000 en 2008, según los
documentos consultados por el Post.
Entre
los 231 ciberataques realizados en 2011, según los
documentos
presupuestarios "cerca del 75% tenían objetivos de la mayor importancia,
que exresponsables identifican como adversarios, entre ellos Irán,
Rusia, China y Corea del Norte o actividades como la proliferación
nuclear", agrega el cotidiano.
El virus informático Stuxnet, que
había atacado en 2010 el programa nuclear iraní, había sido atribuido
por Teherán a un ataque israelo-estadounidense.
En los últimos
meses Washington llamó reiteradamente a China a cesar sus actividades de
piratería informática, pero "los servicios de inteligencia
estadounidenses utilizan rutinariamente en el mundo entero programas
espía diseñados por el gobierno que difieren poco en su funcionamiento
de las 'persistentes amenazas perfeccionadas' que los estadounidenses
atribuyen a China", destaca el Post.
La principal diferencia,
explican expertos, "es que China roba secretos industriales
estadounidenses con un objetivo financiero", subraya el cotidiano
capitalino.