
Leyendo una carta que escribió Einstein a un hijo de 11 años de edad encuentro uno de los consejos más sabios en materia de educación.
“Me siento muy bien de que estés disfrutando el piano. Eso y la
carpintería, son en mi opinión para tu edad las mejores actividades,
creo que incluso son mejores que la escuela. Porque esas son cosas que
van de acuerdo con alguien de tu edad. En el piano, debes tocar
principalmente lo que te agrada, aunque el profesor no te lo asigne. De
esa manera es como aprendes más, cuando haces algo que disfrutas tanto
que no te das cuenta de que pasa el tiempo. Yo, a veces estoy tan
inmerso en mi trabajo que me olvido de comer…”
Claro, hacé lo que te guste, lo que disfrutes, no hagas
exclusivamente lo que dice el profesor. ¿Cómo se podría mejorar ese
consejo? Quizá: “buscá por vos mismo tus maestros”, pero no hay mucho
que mejorar ahí, el tipo la tenía bastante clara a mi modo de ver.
Creo que si hablamos de Software Libre, GNU/Linux, escuelas y
sociedad, habría que cuestionar todo desde ese punto de vista:
¿realmente los docentes y estudiantes disfrutan de lo que hacen? El
mismo software libre, esa revolución incompleta que representa
GNU/Linux: ¿se recibe, reproduce, estudia, modifica, usa, con disfrute?
¿O no ocurre nada de eso?
¿Es verdaderamente crucial la Institución Escuela para el desarrollo
de un ser? ¿No es en muchos casos la válvula de escape que tienen las
madres para poder sortear una miserablemente ajetreada vida laboral
consumista?
Pienso que la escuela es un centro de poder desde el cual se modela
la mente de los más pequeños para responder al poder, es decir,
obedecer, no cuestionar: eso seguirá ocurriendo con GNU/Linux (Huayra,
la versión «casi libre» o lo que sea), sobre todo si el software libre
que llega con las máquinas no tiene una verdadera participación popular
(aspecto más importante que el «nacional») en su desarrollo e
implementación, si los docentes no están ni capacitados, y los fines que
se persiguen son político-propagandistas… el resultado es la inercia
social, similar a lo que produce el software privativo de Microsoft.
Gente que obedece a una computadora que fue programada por gente más
poderosa, estudiantes que la usan más que nada para acceder a servicios
en Internet (facebook, etc.) programados para fomentar el consumismo, la
fantasía de «red social», la división social, la miseria sentimental,
etc.
Las mismas netbooks educativas son una punta de lanza de la industria
y el consumismo, a su vez que representan una ventana hacia el «mundo
del conocimiento» -siempre que exista un buen criterio en la búsqueda de
«la verdad”-. Sin verdad no hay cuestionamiento a la autoridad, no hay
libertad.
Todas estas «revoluciones light», parciales y desconectadas como las
de las dietas veganas, el software libre, los movimientos de género, los
partidos políticos populistas-conformistas- mentirosos, ambientalistas,
pro-lactancia, abortistas, etc. parecieran graficar exactamente el
miedo humano de principios del S XXI a crear organizaciones, transitar
el desafío de ponerse de acuerdo, ponerse en el lugar de la otra, darse
realmente la mano y caminar hacia un mismo rumbo de bienestar. ¿Se puede
ser libre sin caer en el conflicto?
Ojo que esto lo digo «desde adentro», soy vegetariana, uso y
desarrollo solamente software libre, trabajo sin patrona, ambientalista -colecciono y planto especies de frutales en peligro de extinción- , estoy muy a favor de lactancia materna, de la crianza con apego, de las escuelas libres o de la desescolarización libertaria,
etc., y vivo «en el sistema». Pero en el día a día siento esa
desconexión que hay entre los movimientos sociales, cada cual por su
lado, muchos copados por el kirchnerismo o mentiras parecidas en el
exterior.
Pienso que una de las claves para salir de esta división que nos
impide ser libres en conjunto es reconocer que el poder opresivo y
violento vive dentro de uno, que uno mismo tiene que extinguir la
tendencia a oprimir (mediante el descuido, la ignorancia, el desprecio,
la mentira, etc.) a sus pares, y que a partir de esa consciencia -que es
la gran escuela de la vida- podemos caminar hacia un presente sin
violencia, donde no ejercemos la autoridad -de la violencia de que «sé
más que vos”, «soy mejor», o «tengo razón”, de la violencia física y/o
económica- porque sabemos que es atentar contra la dignidad de la otra, y
que en ese mismo momento atentamos contra nosotras mismas, contra
nuestra posibilidad de amarnos. Pienso que hay que organizarse a nivel
masivo, en algún momento -o al mismo tiempo-, ese debe ser el objetivo a
nivel popular; libres de nuestras miserias, podríamos realmente
construir vínculos libres y beneficiosos para todas, reemplazando los
vínculos enfermos de la explotación laboral, cooperando verdaderamente
entre todas.
El poder opresivo y violento que se reproduce en uno mismo comienza
desde el momento en que nuestras madres priorizan sus deseos por sobre
los de una bebé desvalida que sólo tiene una herencia genética, que sólo
quiere brazos, calor y leche materna, desde el momento en que se nos
obliga a comer cadáveres de nuestros hermanos animales -costumbre que
aceptamos inconscientemente gracias a esa violencia-, desde la primer
mentira, desde la ignorancia y el egoísmo.
Una bebé o niña feliz es, por lejos, un ser más armónico que casi
cualquier adulta y deberíamos aprender de cómo disfruta con cada
exploración -como el hijo de Einstein-, de cómo te pide la mano para
bajar un escalón, o te mira a los ojos, gruñe o sonríe.
Dado que las adultas hemos fallado históricamente en mejorar la
sociedad -no hablemos del mundo-, pienso que deberíamos cuestionarnos
quiénes tendrían que ir a la escuela -si fuera una institución realmente
libertaria-.
Nuestra sociedad humana está hambrienta de amor, de teta negada, de
frutos de la naturaleza… en su lugar tenemos pantallas y góndolas que
producen frustración, división y más violencia.
Quizá nuestro objetivo debería ser el de «renacer» como personas
no-violentas, y si las escuelas no sirven para eso, no sirven para nada.
Fuente http://www.tribunahacker.com.ar/2014/07/dossiereducacion-aprendizaje-y-trabajo-arduo/