Carta a nuestras lectoras
Hace algunos días llegó a nuestro Facebook (que es este,
por si querés pasar por ahí y dar un “me gusta” así estamos
conectadas), un mensaje que no nos dejó sorprendidas pero sí nos pareció
que ameritaba una respuesta.
Allí en nuestra fanpage de Facebook saludábamos a todas las
seguidoras que se habían sumado, decíamos algo como “Bienvenidos/as a
todos/as los/as que se suman”. Pero una lectora llamada Jorge contestó
que prefería quedarse sólo con el “todos”. Estaba refiriéndose a que es
redundante saludar a todos y a todas, que basta con hacerlo con un
sustantivo masculino, pues es “general”.
He
leído varios debates al respecto, y es un tema todavía no agotado, lo
cual es bastante triste. Creo que lo que hay que buscar entre géneros y
sexos es igualdad, y que ciertas cuestiones no deben estar regidas ni
ser pasibles de la opinión de nadie (ni estado ni particulares). Creo
que si yo me enamoro o decido tener sexo con una persona de mi mismo
sexo, si decido drogarme, abortar, tatuarme, cortarme el pelo o vestirme
a lunares verdes, es un asunto mío. Y creo que lo mismo debe ser regla
para vos. Algo así decían ciertos grupos hace bastante al graffitear
cosas del tipo “de mi piel para adentro, mando yo”.
Por otro lado, argumentos como el anterior hacen agua al mirar la
sociedad en general cuando notamos que efectivamente existen diferencias
entre los sexos, y que la vida en sociedad hace que sea necesario
tenerlas en cuenta. Una mujer puede embarazarse, por ir a un ejemplo
simple, y debemos prever un ordenamiento jurídico que permita que no sea
despedida porque en ciertos meses -por una enorme cantidad de motivos-
no es aconsejable o posible que trabaje. Esa legislación sería
innecesaria para hombres, pues no pueden embarazarse, pero no
contemplarla constituye una seria discriminación en contra de las
mujeres. “Hombre” en este caso, no alcanza para ser general y no es ni
remotamente posible pensarlo como “mujer”. El asunto aquí es que en nada
“hombre” alcanza para ser general. Por lo que de lo que debemos hablar
es de igualdad y equidad.
Muchas personas piensan que el lenguaje es
algo inocuo, que “no hace nada”, que se utiliza sólo para comunicarnos. Y
desde una visión ingenua esto es cierto, el asunto es que no sólo
comunicamos lo que decimos, sino que comunicamos hechos, contextos y
cosmovisiones sobre el mundo, somos las personas y nuestro contexto
histórico lo que va puesto en nuestras palabras. El lunfardo sólo puede comprenderse desde un contexto.
Un buen ejemplo de cómo los contextos sociales se inmiscuyen en las
palabras es que se ha abandonado el concepto de “trata de blancas” y se
lo reemplazó por el de “trata de personas”. La razón es bastante
simple: el concepto de trata de blancas viene de una etapa en que
esclavizar negras era legal, esto ya no es así, y no es legal esclavizar
a ninguna persona cualquiera sea su color de piel, por lo que el
concepto de “trata de blancas” se abandonó y hoy mayormente hablamos de
trata de personas, aunque todavía hay bestias que luchan contra la
“trata de blancas”, como si fuera algo progresista.
Las palabras llevan consigo un contexto histórico, social, un
concepto de poder y de hegemonía. Tal vez lo ignoremos al usarlas,
incluso tal vez no estemos de acuerdo con su significado real, pero lo
sostenemos al ignorarlo. Leí por ahí que “toda relación social se
estructura simbólicamente y todo orden simbólico se estructura
discursivamente”, algo sumamente palpable.

El universo de los símbolos es bastante complejo, pero imaginate una
esvástica. Para las nazis esto significaba el logo de su organización,
su sistema de creencias, sus objetivos, una forma de pertenencia, pero
luego del holocausto una esvástica es además símbolo de antisemitismo,
de 6 millones de muertos, de vejamenes incalificables, del autoritarismo
más absoluto posible, de crímenes impunes.
El discurso sobre género, venido de los movimientos feministas,
significa un aporte muy importante en pos de comprender todo eso que
hacemos con las palabras. Las feministas comenzaron a utilizarlo para
marcar la asimetría de poder existente entre hombres y mujeres.
Asimetría que es real, muchos hombres piensan que las mujeres tienen un
determinado rol en la sociedad, de menores proporciones que el de los
hombres. El hombre tiene el protagónico, las mujeres son reparto. Lo
terrible es que hay muchas mujeres que piensan igual. Y esto es en parte
porque se las adoctrina desde pequeñas, nutriéndolas de símbolos
tendientes a reproducir una determinada conducta que al mismo tiempo es
ejemplar, y de la que si nos apartamos estamos en zona de sanción. Son
los nenes que no lloran porque son “machos”, son las nenas las que
lloran (las expresivas, las emocionales, las que no se controlan) y son
las nenas las que juegan a casarse y tener hijos. Casarse y tener hijos
no tiene nada de malo, el problema es cuando se le impone a una persona
que su objetivo a alcanzar en la vida, basándose en su sexo. Esta nena
rodeada de muñecas y colores femeninos, de cosas “frágiles como las
mujeres”, de cosas “apasionadas, como las mujeres”, es la que debe
entender que su rol en el mundo es servir de cocinera y madre, y todo lo
demás que le resulte deseable es secundario. Estudiar, para tener una
profesión, y luego dedicarse a ser madre, que “para eso naciste y es lo
más lindo que te puede pasar en la vida”.
Excluir a la mujer del discurso, generalizando en masculino, no es
otra cosa que negar un trato equitativo e igualitario a las mujeres
respecto del hombre. Es el hombre el general, no la mujer. Tal es el
nivel de discriminación y determinación de la vida “posible” de las
mujeres, que se llega a configurar un universo mandante masculino, como
tal es además general (todo está debajo suyo), y en consecuencia todo
aquello que exista por carriles que no sean los de ese universo termina
confinado al mundo de lo externo, lo ajeno, lo “otro”, algo indefinido y
en consecuencia sin una existencia definida. Se define a la femineidad
en contraste con la masculinidad, no al revés. No es el hombre el
definido en oposición a la mujer. Y esto es algo que sostenemos con
palabras. Profunda, subliminal y constantemente.
Decía un tal Foucault, que andaba interesado en los discursos
excluyentes, que el carácter excluyente de un discurso existe al
argumentar la superioridad de un grupo respecto de otro, lo que además
permite justificar las acciones de dominio, de superioridad, del sector
dominante. Fijate la idea de “primer mundo” y sus orígenes, y sacá
conclusiones. Este discurso excluyente además se sustenta en una
supuesta “verdad”, que origina un sistema de conocimiento destinado a
reforzarla. Y allí tenemos el universo de las palabras, ejerciendo el
peso constante de la dominación, obligando a que la sustantivación y
adjetivación masculina sean tomadas por universales, dejando sin lugar
en la construcción social a las mujeres.
A nosotras el universo en que se da por sentado que prácticas
denostables, de sumisión y oprobio, son en realidad una costumbre, nos
tiene preocupadas. Y por eso hoy les escribimos a todas ustedes. Estamos
contentas de poder llevar adelante este espacio. Es cierto, no todos
los días nuestras lectoras opinan lo mismo que nosotras. Otras veces nos
acusan de ser falsas, o de ser ridículas, pero a nosotras no nos
importa, porque nos parece que es fundamental que todas ustedes puedan
manifestar su opinión, creemos que juntas podemos pensar una realidad
distinta y empezar a buscarla, a construirla. Y en ese camino hay
discusiones, no sería justo hacerlo sin ellas. Es por eso, queridas
lectoras, que damos la bienvenida a todos sus comentarios, para que
ninguna se quede afuera, como hoy hemos hecho con la otra mitad de
quienes leen esta nota.
A vos, querido lector, que nos decís que da lo mismo, que es igual
dar la bienvenida a todos que a todos y todas, te preguntamos hoy: ¿te
sentiste incluida? Entonces no nos digas que da lo mismo. Como diría la
grossa de Claudia Acuña, a quien hemos robado el recurso, gracias por
dejarnos discriminarte a lo largo de estas 1401 palabras. Cosa que, por
decisión editorial, seguiremos haciendo desde aquí en adelante.
Fuente http://www.tribunahacker.com.ar/por-que-generalizamos-en-femenino/
PD:
Para vos que me
insultas por que estas notas siempre hablan en femenino, aquí te
dejo expuesto el motivo y el enlace, y como veras no modifico ni una
coma ni un acento respetando la autoría que quien escribe