La definición de "stalker" -un
anglicismo que significa acechar - ha variado su significado con el
correr del tiempo. En un comienzo se lo utilizaba para relacionarlo con
la típica figura del acosador, aquel que sigue a su víctima a todas
partes. Sin embargo, el término "stalker" ha mutado en el último tiempo
para darle nombre a una actividad en particular dentro del mundo de las
redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram, entre otras), la de espiar.
Para
el stalker de hoy, el fuego de la curiosidad puede prenderse en
cualquier momento del día: por la mañana, mientras almuerzan, en medio
de una clase en la facultad, o incluso en medio de las tareas laborales.
Las
redes sociales se sostienen en dos necesidades que se retroalimentan:
la exhibición y el voyeurismo. Y ahí el stalker encuentra un tiempo
propicio y modernizado de su propia existencia.
Yo espío
Las
formas de espiar pueden variar: desde mirar el perfil público de una
persona de forma rutinaria, las actualizaciones de meses anteriores,
acciones que incluso entre los jóvenes ya tiene "verbo" propio:
"stalkear"; hasta hackear una cuenta con el fin de acceder a la mayor
información posible.
Según una encuesta realizada en el 2009 por Virgin Media (uno de los mayores proveedores de Internet
en el Reino Unido), una de cada cuatro mujeres utilizan la web para
espiar a sus parejas. A su vez, el 64% tenían menos de 35 años.
Desde
luego que los hombres tampoco están exentos de querer saber el "minuto a
minuto" de las vidas de otras personas. Durante el mes de julio, un
joven español de 23 años fue detenido por estafar a miles de usuarios
con una aplicación que prometía permitir leer las conversaciones ajenas
en Whatsapp.
No sólo la aplicación no funcionó, sino
que además se trataba de una violación a la intimidad. Sin embargo, el
joven timador recaudó 40 mil euros en sólo dos meses, gracias al dinero
que provenía de aquellos que tenían la ilusión de poder espiar las
conversaciones más íntimas de otras personas.
Sujeto escondido
"Stalker
es la persona que se le perdió la vida y trata de buscarla en la de los
demás", afirma el psicólogo Fabio Lacolla, autor del blog
#AmoresTóxicos. "En el caso donde hay un vínculo previo, necesitan saber
si siguen siendo necesarios para el otro", agrega.
Por
su parte la licenciada en psicología Diana Litvinoff, autora del libro
"El sujeto escondido en la realidad virtual." sostiene: "Están muy
pendientes de cómo es el otro. Quieren saber qué piensan de él. Es un
modo de hacer el duelo, o un modo de no hacerlo. Lo que intentan es
tapar la angustia con esa obsesión."
Julieta de 22 años,
cuenta su experiencia: "Miro Twitter y Facebook de un chico en
particular dos a tres veces al día. " "Stalkeo" porque me interesa saber
en qué anda, qué está haciendo, pero también para saber con quien
habla", admite.
Gonzalo, de 28 años, revela cómo se
siente después de incurrir en esta práctica virtual: "Si obtengo los
datos que busco quedo satisfecho, si no lo logro puedo llegar a sentirme
frustrado".
Natalia, de 30 años, confiesa: "La mayoría
de las veces stalkeo ex parejas. Reviso sus cuentas dos veces al día
aproximadamente. Depende del humor que tenga". Y sobre lo que le genera
esta práctica, afirma: "A veces me produce mayor curiosidad y otras,
melancolía". Luego, dice: "en ocasiones, es un desventaja porque uno
piensa demasiado y crea toda una historia que te termina afectando".
Cuestión de límites
"Podríamos decir que el "síndrome" de stalker es el grado patológico de la curiosidad", expresa Lacolla.
A
su vez, el psicólogo diferencia tres tipos de stalkers: "Uno es el
resentido amoroso que busca datos de su ex producto del dolor. Otro es
el admirador compulsivo que intenta saber el minuto a minuto de su
admirado. El último es el stalker social que necesita reunir toda la
información de su grupo de amigos y ser el punto de referencia de todos"
Sobre
los efectos de estar pendientes compulsivamente de una persona, Lacolla
concluye: "Obsesión es no poder parar de hacer algo, son episodios
reiterativos que no encuentran satisfacción alguna".