Argentina presentó un fuerte déficit en la comprensión de textos en la prueba PISA. Fórmulas para mejorar el desempeño
Fracaso. Los estudiantes argentinos que participaron en las pruebas
fallaron en ejercicios simples de comprensión en la lectura. El
Ministerio de Educación reconoció que esperaba mejores resultados/
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Uno de cada dos alumnos argentinos no entiende las preguntas más elementales de un texto.
Ese
es el primer dato que arrojaron las pruebas de evaluación PISA
(Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos) que se realiza
cada tres años con jóvenes de 15 años. Argentina participa desde el año
2000 en las pruebas. Desde entonces, no registró mejoría en ninguna de
las tres materias evaluadas (ciencia, matemática, lectura).
En
contradicción con estos magros resultados, el Ministerio de Educación
presenta altos índices de inversión educativa desde el 2003, que no se
trasladan en el desempeño estudiantil (ver infografía). Incluso
la evaluación demostró que Argentina está dos grados escolares por
debajo, de acuerdo a su nivel de inversión. Otros países que también
fortalecieron la inversión, pudieron obtener mejoras en el rendimiento.
“Las
inversiones en laptops, libros de textos, mapas escolares, etcétera, no
tienen impacto directo en un mejor desempeño estudiantil -indica Alejandro Ganimian,
doctorando en la Escuela de Educación de la Universidad de Harvard-.
Según su visión, hay que ver qué se hace en el aula con esos recursos.
“A veces el docente intenta incorporarlos pero hay algo que falla y
vuelven al método de antes. Creo que al docente hay que guiarlo en el
aula, porque si bien hay núcleos de aprendizajes prioritarios, no hay
una guía clara con lo que debe hacer todos los días. No hay estánderes
educativos”, expresa Ganimian.
En el área de Educación se sintió el impacto con los resultados.
El ministro Alberto Sileoni reconoció que desde hacía tiempo se
trabajaba para la prueba. Otros en cambio, trataron de restarle
importancia a PISA como instrumento de evaluación, con el argumento de
que son pruebas “estandarizadas”, externas a la vida de la escuela, que
no permiten una comprensión objetiva que los alumnos sí alcanzan en la
vida práctica. O que PISA no mide dimensiones sociales que también son
parte del aula, como la solidaridad o la formación ciudadana.
La descalificación del instrumento
que evalúa si un alumno tiene habilidades para entender el lenguaje,
resolver un cálculo elemental, o pensar científicamente, también es una forma de negar el problema.
Para Axel Rivas,
investigador principal del programa de educación del CIPPEC, PISA
ayuda para “elevar el debate de lo que pasa en las aulas, y allí hay que
entender que hay un problema de calidad y de desigualdad. Los
resultados de PISA reflejan la dificultad de generar climas de aprendizaje y la falta de confianza entre la escuela y la familia, la fragmentación social. Hay cuestiones más profundas que afectan la posibilidad de enseñar y aprender.
Creo que es mucho más difícil educar hoy que hace 10 ó 20 años. Aún
así, creo que sin la inversión educativa, los resultados hubieran sido
peores”, asegura Rivas.
En la revisión de la evaluación de PISA, impacta conocer algunos resultados:
En el promedio del país, los alumnos pobres están dos grados escolares
por debajo en su rendimiento que los de una posición acomodada.
En
la ciudad de Buenos Aires esa grieta alcanza hasta tres grados
escolares. Es decir, un alumno pobre de tercer año del secundario se
desempeña como uno de 7° grado de una escuela acomodada.
En
comparación, las escuelas argentinas de mejor nivel socioeconómico
obtuvieron resultados similares a las de menor nivel socieconómico de
otros países.
Argentina es uno de los países con brechas más amplias en rendimiento por diferencia socioeconómica.
Argentina
tiene la inversión por alumno más alta de los países latinoamericanos.
Pero su desempeño fue uno de los más bajos de la región.
Sólo el 1% de los alumnos logró niveles de excelencia en el promedio de las tres materias.
La
lectura fue una de las muestras del fracaso en la evaluación PISA.
Alcanzó los mismos niveles que en el año 2000. Volvió para atrás, luego
de un repunte en el 2006. Las consecuencias del déficit de comprensión
de textos en alumnos de 15 años no tardan en advertirse a futuro, en la
vida diaria.
“ A un chico lo condenás si no le enseñás a leer y escribir bien-indica
Ivana Zacarías, investigadora de la Universidad de San Martín en
Políticas Educativas-. Aquel alumno que terminó el secundario con mucho
esfuerzo, que trabaja ocho horas, y sus padres no fueron a la escuela o
no tiene biblioteca en su casa, tienen muchas posibilidades de fracasar en el primer año de Universidad.
Lo más probable es que abandone. El salto es muy grande. A nivel
terciario se le exige que diga exactamente lo que quiere decir un
párrafo y no otra cosa. Y si escriben mal un tiempo verbal, no se
entiende lo que quieren decir”, agrega.
En este punto de llegada desembocan, como en un embudo, las imperfecciones del sistema
en la comprensión de textos. Algunas universidades, preocupadas por la
diferencia de nivel educativo en las aulas, empiezan a ofrecer cursos
de lecto comprensión, e incluso de ortografía, en forma paralela a la
currícula tradicional. (ver pág 38).
En las aulas Consultada por Clarín, Andrea Testa,
docente del Liceo N° 9 del barrio de Belgrano cree que en los últimos
años se fueron simplificando los contenidos en las aulas.
“Para
mantener a todos en el sistema, cada vez se enseña menos. Incluso en los
manuales ya no se usan conectores ni se distinguen ideas principales y
secundarias en un texto. La escuela terminó siendo una carga de resonancia social,
una escuela de contención en la que los chicos no se quedan libres y
pasan automáticamente de grado. La inclusión es un engaño. No es lo
mismo que una escuela de calidad para formar y educar alumnos”, dice.
La
irrupción de la cultura digital también fue transformadora en la última
década. Los alumnos del secundario están habituados a trabajar con
atención múltiple, estudian mientras participan en grupos de whatsapp
con sus compañeros, se mandan mensajes por facebook o Twitter, o toman
nota con el teléfono celular antes que con el lápiz en el papel. Y para
trabajar sobre el contenido de un texto, se sienten más cómodos en la
búsqueda de un resumen en Wikipedia antes que con el tiempo y esfuerzo
que implica la lectura de un libro. “Desde 1987 yo venía dando “Don
Segundo Sombra” de Ricardo Güiraldes o libros de Manuel Mujica Láinez.
Ahora no lo entienden.
Les cuesta jerarquizar ideas,
establecer causas y consecuencias, develar la intención del autor. En
las casas es cada vez más limitado el valor de la lectura. Hoy cuesta
que los chicos se concentren en una novela de 200 páginas”, agrega
Testa.
La implementación de la cultura digital con la cultura impresa es clave en los nuevos desafíos de la lectura.
La lectura digital es inmediata.
La lecto-escritura es más exigente, lleva un tiempo mayor de maduración. ¿Cómo las nuevas tecnologías se pueden convertir en aliadas de la escritura y lectura? ¿O cómo se puede generar interés en la lectura impresa en una generación que creció con un dispositivo, y que también fue perdiendo el hábito y la gimnasia mental que implica leer y comprender?
La escritora y docente Angela Pradelli valora la convivencia como un beneficio para la lectura.
“La
tecnología logró algo que nosotros, como profesores, buscamos y no
alcanzamos: que los chicos lean y escriban todo el día, desde una
computadora o un teléfono. Hace diez años, después del colegio, sólo se
leía y escribía si era necesario. Lo que el docente tiene que resolver
es cómo instala esa tecnología en el aula ”.
Pradelli,
autora de “El sentido de la lectura”, cree que el docente es el factor
clave para revertir el déficit en la comprensión de textos, mucho más
que cualquier programa. “Un docente sin pasión es muy difícil que mueva
a algún alumno con ningún texto. En cambio, un docente leyendo con pasión es una escena muy iluminadora
para los alumnos. Ningún programa, por más que esté elaborado por
expertos, puede contra eso. Que los docentes lean es fundamental”, dice.
Sobre este punto, un estudio de Ganimian sobre políticas
docentes llegó a la conclusión que entre dos alumnos asignados a
docentes de buena y mala efectividad, se generó un rendimiento que
alcanzó un 90% y un 37% en uno y otro caso.
Para Graciela Simari,
directora de la Escuela “Niñas de Ayohuma” de Parque Chacabuco, aun con
los bajos rendimientos, no hay que reducir el nivel de los contenidos.
“Con
el supuesto de que al chico ´no le da o no entiende´ colocarle un techo
en el aprendizaje es un homicidio mental. Hoy los chicos no llegan tan
fácil a la lecto-escritura y no leen de la manera tradicional como
nosotros leíamos.
Quizá debamos profundizar la intertextualidad,
y convertir un cuento en una historieta, digitalizarlo, disparar la
creatividad usando las nuevas tecnologías, y a partir de allí conversar
sobre lo que leyeron, hacer debates. Hay que ser más sutil con las obras
literarias. Lo que desnudó la tecnología fue la distancia entre una
escuela que a veces se sigue manejando con parámetros del siglo XIX, con docentes del siglo XX que se formaron sin la tecnología y alumnos del siglo XXI que nacieron con ella”.
La escritura es la forma de comunicar que tiene una persona; es la manera que tiene para presentarse en la sociedad, de decir lo que piensa y lo que quiere.
La lectura y la escritura lo preparan para la vida. También mide el
progreso de un país, su desarrollo educativo. Y si uno de cada dos
alumnos de 15 años no puede entender lo que lee, se cargará con esta
pesada herencia en el futuro. Sin una lectura de esta realidad es imposible comprenderla.
http://www.clarin.com/edicion-impresa/hacer-chicos-aprendan_0_1052294851.html